Nuestra visión cambió cuando nos dimos cuenta de que el telar es como una fuente y el tejido como un río.
No hace mucho tiempo de eso.
Se necesitaron casi 70 años para comprender el poder creador y en constante renovación de nuestros telares.
Revivir nuestra historia, recorrer sus pasos, comprender cómo ha evolucionado a través de las tres generaciones nos hace pensar en un río que fluye a nuestro lado y que seguirá su camino después de nosotras.
Se necesitaron casi 70 años para comprender el poder creador y en constante renovación de nuestros telares.
Hay un hilo rojo que une a tres generaciones y que está ligado a una historia familiar, tal y como el tejido plano de urdimbre y trama. La materia cambia, los colores y roles cambian, pero de la boca del telar siempre brota un tejido que parece que nace por necesidad.
Nos sentimos como guardianas de un patrimonio intangible que a través de nuestras manos se renueva.
Porque esto es lo que hacemos: damos nuevas formas y colores a lo que siempre ha existido.
Hay vitalidad en la textura. Tejidos, lazos, formas, contrastes y diseños.
Somos nosotras las que nos ponemos en juego con cada nuevo tejido, y lo increíble es que cada creación da paso a la siguiente idea. Es como una energía creativa y generadora continua.
Pensar que fundamentalmente hoy tejemos, tal y como se tejía hace 2000 años, tirando de los hilos arriba y abajo para sujetar la trama y crear el entretejido, le da a nuestra vida un sentido atemporal.
Ser conscientes de la historia que nos pertenece amplía nuestro horizonte más allá de esta tierra fuerte e íntima de Abruzzo. Nos permite proyectarnos hacia una dimensión en la que no se perciben límites de espacio y tiempo.
Es una historia verdadera y vibrante que resuena todos los días con el latido de nuestros telares.
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